Asma y Bashar Asad, en una imagen de enero de 2016 suministrada por la agencia estatal de noticias siria.
Hace diez años llevaba zapatos Louboutin, joyas y ropa occidental. La llamaron 'flor del desierto' y por un momento encarnó la imagen de la Siria reformista de Bashar Asad, con quien se casó al poco de acceder éste al poder en 2000. Hoy es una primera dama en guerra, o eso dice su Instagram: la ropa de marca ha dado paso al negro de luto, aparece arremangada al lado de desplazados, seria y con el pelo -¿cuidadosamente?- descuidado. Asma Asad (41), nacida en Londres en el seno de una familia acomodada de sirios, trata de convencer a través de los ojos, pero por primera vez ha roto el silencio que se había impuesto durante la guerra."He estado aquí desde el principio y nunca se me ha pasado por la cabeza irme o huir a otra parte, en absoluto", ha dicho en una entrevista con el canal de televisión ruso Rossiya 24, donde trata de presentarse como una siria más resistiendo el avance de los terroristas y el aislamiento internacional.
El cuento de hadas que empezó a raíz de su discreta relación con su viejo amigo Bashar Asad, entonces hijo del líder sirio Hafez Asad, se ha transformado en una historia bélica difícil de tragar para una niña bieneducada en el King's College de Londres.
Esta es la primera vez en ocho años que la mujer de Asad da una entrevista a la televisión. Y lo ha hecho para dejar claro que no saldrá de Siria y que se mantendrá al lado de su esposo. Con sus activos en el extranjero congelados y la amenaza constante de los rebeldes, Asma dice consagrarse a organizar, utilizando su puesto de primera dama, "la ayuda para los desplazados y heridos, también para los soldados sirios y para las familias de los mártires que han muerto en la guerra". El conflicto ha causado más de 400.000 muertos desde su estallido en 2011, según cifras de la ONU.
Desde las primeras protestas, que prolongaron la actual guerra civil, ha rechazado "ofertas" para salir de la nación azotada por una guerra civil de cinco años. "Sí, me ofrecieron la oportunidad de salir de Siria o, más bien, de huir de Siria. Estas ofertas incluían garantías de seguridad y protección para mis hijos e incluso seguridad financiera", declara en un perfecto inglés británico que contrasta con el áspero acento árabe de algunos de los portavoces presidenciales.
Asma cree que quienes hacían este tipo de ofertas estaban tratando de socavar el liderazgo de su esposo. "No hace falta ser un genio para saber qué es lo que busca esta gente, nunca fue por mi bienestar ni por el de mis hijos". Se trataba, dice ella, de un "intento deliberado de destruir la confianza del pueblo en su presidente",asegura. "Todo el mundo está en riesgo, ¿por qué tendría que ser distinto en mi caso? Sería hipócrita", dice Asma, que dice haber rechazado "vivir con miedo" y cree que no podría pedir a los sirios "que sigan adelante con sus vidas" si ella no lo hiciese.
En la entrevista, Asma Asad habla con serena amargura de la famosa imagen de Aylan, el niño ahogado en la costa turca en 2015 tras huir del país, recordando que hay muchos más dramas infantiles en los distintos focos del conflicto sirio. "Occidente clasifica a los niños en función de cómo piensan sus padres y si cuadran con su agenda informativa, pero son todos niños de Siria".
El caos que tiene a su alrededor tiene poco que ver con el paisaje que la rodeaba antes de darle un giro a su vida en 2000.
Asma, que es musulmana sunita, estudió en un colegio privado para niñas. Arrancó su carrera como banquera en la City. Su padre era cardiólogo en una clínica privada. Su madre, Sahar, era diplomática y había sido primera secretaria en la embajada siria en Londres. Allí conoció a su esposo. Bashar se había graduado en Medicina en Damasco y estaba en la capital británica haciendo la especialización de Oftalmología.
Hoy su esposo está en la diana de la opinión pública internacional por las masacres de civiles. Pero si le dan a elegir entre una salida segura o quedarse junto a su marido, la respuesta la tiene clara: "No es una cuestión de preferencia. Estoy con él porque mis convicciones así me lo dictan". Preguntada sobre si Asad sigue siendo la misma persona con la que se casó, lo define como un hombre "muy tranquilo, alguien que a pesar de la carga que lleva sobre sus hombros se entrega mucho" a sus tres hijos.
¿Y ella? Presume de ser una resistente más, hasta el punto de que decidió llevar a sus hijos al colegio el día en el que Damasco sufrió uno de los ataques que conmocionaron a la ciudad en 2012: "Íbamos de camino a la escuela y mi hijo pequeño [que entonces tenía siete años] me preguntó si le quería, pero mi intención no era ponerlo en peligro sino que supiesen lo que significa afrontar los miedos y mantenerse firmes en sus convicciones".
Fuente: http://www.elmundo.es/
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